Houston, tenemos un problema: Hallan bacteria mutante en la Estación Espacial Internacional

Las peculiares condiciones ambientales, como la microgravedad, la radiación cósmica y temperaturas extremas de la Estación Espacial Internacional (EEI), han permitido que los cientos de astronautas que han recorrido sus pasillos lleven a cabo experimentos imposibles de ejecutar en la Tierra.

Recientemente, un equipo de investigadores del Laboratorio de Propulsión a Chorro estudió de manera minuciosa por dos años a la bacteria Enterobacter bugandensis, conocida por su resistencia ante los fármacos.

Los astronautas descubrieron que bajo el mismo estrés ambiental de la Estación, 13 cepas de esta bacteria “aisladas de varios lugares dentro de la EEI” lograron hacer mucho más que sobrevivir, ya que además mutaron, lo que los diferencia genética y funcionalmente de sus contrapartes terrestres.

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Este organismo, vinculado previamente con infecciones graves como la sepsis neonatal y la endocarditis, ha desarrollado resistencia a múltiples fármacos bajo las condiciones únicas del espacio, como la microgravedad y niveles elevados de dióxido de carbono.

Los microbios mutantes superaron cualquier expectativa, puesto que no solo demostraron su autosuficiencia, sino que dieron muestras de una proliferación significativa. Un dato más preocupante sobre esta bacteria es el hecho de que coexistió con otros microorganismos, en algunos casos favoreciendo la supervivencia mutua, lo que podría complicar la inmunidad y salud de los astronautas.

La investigación permitió descubrir más sobre las complejas interacciones entre las comunidades microbianas que conviven con E. bugandensis a lo largo de diversas misiones y ubicaciones dentro de la Estación Espacial Internacional, revelando detalles sobre la dinámica del ecosistema microbiano del lugar.

Los resultados del estudio mostraron que las cepas de la EEI tienen un promedio de cuatro mil 568 genes, mientras que los cuatro mil 416 genes de sus contrapartes terrestres reflejan el avance rápido que propician el espacio.

“Los entornos cerrados construidos por el hombre, como la EEI, son áreas únicas que proporcionan un ambiente extremo sometido a microgravedad, radiación y elevados niveles de dióxido de carbono […] Cualquier microorganismo introducido en estas zonas debe adaptarse para prosperar”, explica el comunicado de prensa de la NASA.

 

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