A consecuencia de la derrota electoral del expresidente Jair Bolsonaro en contra del actual mandatario de izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva, miles de partidarios de Bolsonaro tomaron por asalto el Congreso, el Supremo Tribunal Federal y el palacio presidencial el domingo, apenas una semana después de que Lula asumiera el cargo.
Los “bolsonaristas” radicales, que solicitaban la intervención militar para reinstaurar el gobierno de Bolsonaro, sortearon las barricadas de seguridad, treparon a los techos, rompieron ventanas e invadieron los tres recintos, los cuales se conectan por la gran Plaza de los Tres Poderes en la capital Brasilia.
“Esto es terrorismo, es un golpe de Estado. Estamos seguros de que la gran mayoría de la población no quiere que se imponga esta oscuridad”, dijo el ministro de Justicia, Flávio Dino.
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En la imágenes transmitidas en la televisión, se podía apreciar a las fuerzas de seguridad sacando a algunos manifestantes del palacio presidencial con las manos atadas por la espalda.
“No hay precedente para lo que hicieron, y estas personas deben ser castigadas”, manifestó Lula.
Fue hasta el anochecer cuando se restableció el control de los edificios. A través de una conferencia de prensa, el ministro de Justicia, Flavio Dino, expuso que aproximadamente 200 personas habían sido arrestadas, y que los agentes del orden público estaban arrojando más gases lacrimógenos para expulsar a los manifestantes que quedaban en el área.
Las autoridades de seguridad fueron severamente cuestionadas por su incompetencia frente a los hechos, ya que para que se diera el asalto ignoraron varias advertencias, lo que expuso las dudas sobre una posible complicidad por parte del aparato del estado.
Ante esto, el presidente Lula aseguró que si existió “incompetencia o mala fe″ por parte de la policía, por lo que prometió que los agentes involucrados serían castigados y expulsados del cuerpo.
