MEXICANOS

En una impresionante movilización, miles de personas se congregaron en el Zócalo de Ciudad de México y otras ciudades del país en la Marcha por la Democracia; la marea rosa, como se denominó a los manifestantes, expresó su exigencia de elecciones limpias y respeto a las instituciones democráticas a pocos meses de los comicios presidenciales del 2 de junio.

La protesta, que se define como apartidista, contó con la presencia de líderes opositores, como Marko Cortés y Jesús Zambrano, aunque se subrayó la intención de evitar connotaciones políticas directas.

La candidata Xóchitl Gálvez no asistió para respetar la veda electoral, mientras la oficialista Claudia Sheinbaum realizó un acto paralelo para registrar su candidatura.

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Los organizadores afirmaron que participaron 700 mil personas, aunque otras fuentes indican una convocatoria más modesta.

La marcha reflejó la diversidad de motivaciones, desde la defensa del Instituto Nacional Electoral hasta críticas a López Obrador, generando un ambiente político tenso.

La protesta no pasó desapercibida para el presidente, quien la interpretó como una defensa de la corrupción.

En el discurso de Lorenzo Córdova, expresidente del INE, se destacó que la marcha no respalda ni critica campañas ni gobiernos, aunque se alertó sobre un posible proyecto de regresión autoritaria.

El carácter ciudadano de la protesta se entrelazó con interpretaciones políticas, reflejando la polarización que vive México. Más allá de las consignas a favor de la democracia, hubo cánticos contra López Obrador y señalamientos de un giro autoritario.

La marea rosa busca visibilizar el hartazgo y movilizar el descontento, siendo un termómetro de la oposición frente a los próximos comicios. La capital, bastión del oficialismo pero también epicentro del descontento, se presenta como un terreno disputado en la elección.

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La marcha concluyó con el himno nacional y el desalojo del Zócalo, pero la conversación sobre la defensa de los pesos y contrapesos, la división de poderes y las críticas al poder presidencial persisten.

La sociedad busca manifestarse sin filtros políticos, pero el reto de llegar a más sectores y diversificar la convocatoria parece complicado en medio de la polarización electoral.

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