Antojos

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha resuelto una de las dudas más comunes sobre por qué no podemos resistirnos a ciertos alimentos; ya sea que se trate de papas con chile o un helado, la ciencia detrás de los antojos es fascinante.

Comprender la relación entre el cerebro-intestino, el estrés y la comida puede arrojar luz sobre este fenómeno.

Se ha explicado que cuando se consume comida, el circuito de recompensa del cerebro se activa; este circuito, compuesto por diversos mecanismos en el encéfalo, permite asociar ciertas situaciones con una sensación de placer.

Psicología y Mente señala que estos aprendizajes nos llevan a intentar repetir las situaciones que han generado esa experiencia placentera en el futuro.

La sensación de placer se obtiene a través de la liberación de un neurotransmisor llamado dopamina, que juega un papel fundamental en la degustación de nuestras comidas favoritas; esta liberación de dopamina es lo que hace que los antojos sean tan poderosos y difíciles de resistir.

¿Por qué tenemos antojos?

El antojo es un ejemplo de hambre sensorial específica, en la cual el cuerpo busca nutrientes que faltan, según la UNAM, cuando se experimenta estrés, el cerebro tiende a buscar comidas reconfortantes como dulces o frituras.

Estas comidas reconfortantes provocan la liberación de dopamina, lo que ayuda a relajarnos.

Sin embargo, la combinación de estos alimentos y el estrés puede anular la respuesta natural de la saciedad.

Esto resulta en señales de recompensa ininterrumpidas que fomentan un mayor consumo de estos alimentos; este mecanismo explica por qué, bajo estrés, se tiene una mayor propensión a los antojos de comida reconfortante.

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Conexión Cerebro-Intestino

Un estudio de la Universidad de Columbia ha detallado que el consumo de grasa envía una señal a través de los nervios hasta el cerebro, lo cual aumenta el deseo por consumir más alimentos grasos.

Esta investigación, citada por El Mundo, revela que la conexión cerebro-intestino juega un papel crucial en nuestro deseo de comida rica en grasa.

Adicionalmente, se ha descubierto que las moléculas de azúcar activan el “eje intestino-cerebro”, impulsando la preferencia por el azúcar, a diferencia de los edulcorantes artificiales, que solo reconocen la dulzura en la lengua, el azúcar activa sensores en el intestino que satisfacen el apetito.

El análisis de ambos casos se realizó en ratones: se comprobó que, tras exponerlos a grasa o azúcar, los ratones perdían la capacidad de saborear con la lengua.

Esta pérdida de capacidad gustativa los llevaba a continuar ingiriendo más de estos ingredientes, mostrando así la poderosa influencia del cerebro-intestino en la búsqueda de comida.

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